Jeremías 1:4-10; Salmo 71:1-6; Hebreos 12:18-29; Lucas 13:10-17
Undécimo Domingo después de Pentecostés – Propio 16 – 24 de agosto de 2025
En Lucas 13:10-17 encontramos una historia de compasión y sanación. Una compasión y sanación capaz de romper reglas o leyes que no son justas. Y cuando no lo son, tengo la obligación moral y espiritual de romperlas.
“No se hagan ilusiones”. Ese es el mensaje del líder dirigido a la multitud reunida el sábado, que acaba de recibir una chispa de esperanza. Esa es la respuesta del líder a la milagrosa sanación de Jesús del terrible sufrimiento de una mujer. No aquí, no hoy, ni para el resto de ustedes. Imagina estar en la iglesia y ver a alguien sanar y restablecerse, y de inmediato querer asegurarse de que nadie más tenga la oportunidad. Me molesta, me hace llorar.
Aquí vemos a Jesús no solo sanar a una mujer que sufría durante dieciocho años, sino también revelar la esencia de la compasión de Dios por las personas que están en necesidad. Esta historia nos recuerda cómo la compasión, el poder y la justicia de Jesús trascienden las expectativas culturales, religiosas y sociales. Reflexionemos en este pasaje para comprender la profundidad de la misericordia de Dios y cómo estamos llamados y llamadas a encarnar esa misma compasión.
La misericordia de Jesús se ve incluso en los días santos (Lucas 13:10). La historia comienza en un sábado, un día reservado para el descanso y el culto según la ley judía. Jesús enseña en una sinagoga, mostrándonos su respeto por el culto y la tradición. Sin embargo, las acciones de Jesús revelan que la misericordia y la compasión no deben limitarse a un momento específico. Jesús estaba dispuesto a sanar, sin importar el día, demostrando que el amor de Dios es constante e ilimitado.
Lucas 13:11 nos presenta a una mujer que ha sufrido mucho. Durante dieciocho años, estuvo encorvada y no podía mantenerse erguida. Su estado físico también refleja la carga emocional y espiritual que probablemente soportaba. Jesús no solo ve una aflicción física, sino también un alma que necesita sanación y liberación de la esclavitud. Por esto prefiero hablar de liberación holística que incluye salvación.
La compasión de Jesús al verla (Lucas 13:12) no espera a que ella pida sanación. Su compasión lo impulsa a actuar. La llama para acercarse, iniciando la sanación. Y es así como la iglesia debe de actuar; con iniciativa. En ese momento, Jesús demuestra que el amor de Dios ve nuestro sufrimiento y nos extiende la mano para sanarnos, incluso cuando nos sentimos invisibles o indign@s.
Tras ser sanada, la mujer alaba a Dios de inmediato. Su gratitud refleja la alegría y la libertad que siente, y su alabanza se convierte en un testimonio para todas las personas presentes. Cuando Dios toca nuestras vidas, nuestra respuesta natural es la gratitud, y esta gratitud da testimonio de su bondad a las demás personas.
El principal de la sinagoga se opone a la sanación, argumentando que no debía realizarse en sábado. Prioriza la tradición sobre la compasión, pasando por alto el propósito del sábado, cuyo propósito es traer descanso y renovación. Su reacción pone de manifiesto una mentalidad centrada en el cumplimiento rígido de las reglas en lugar de un corazón compasivo.
Es por esto que la respuesta de Jesús a la hipocresía en Lucas 13:15 denuncia la falsedad del líder de la sinagoga, señalando que la gente cuida a sus animales en sábado. ¿Por qué deberían oponerse a sanar a una mujer que sufre? La reprimenda de Jesús nos enseña a cuidarnos del legalismo y a priorizar la compasión sobre las normas, especialmente cuando la vida y el bienestar de las personas están en juego.
En la lectura de Jeremías 1 aprendemos que Dios te conoce personalmente; tú has sido apartad@ para un propósito; y No temas a tu llamado. Dios sabe si estoy siendo hipócrita en mi relación con Dios o con otras personas.
De la lectura de Hebreos debemos recordar que este libro fue escrito para las personas cristinas judías que enfrentaban la persecución, instándolos a mantenerse firmes en su fe en medio de las pruebas. Este es un llamado a que seamos perseverante en la lucha por construir un mundo mejor.
En todo este contexto debemos recordar siempre la importancia de liberar a las personas oprimidas (Lucas 13:16): Jesús se refiere a la mujer como “hija de Abraham”, enfatizando su valor y su legítimo lugar en el pueblo de Dios. Ella merecía ser liberada de su sufrimiento, así como cualquier persona oprimida o afligida merece compasión y justicia. La misión de Jesús no es solo sanar, sino también liberar a quienes están en cautiverio de cualquier forma de opresión.
Hermanas y hermanos, yo reconozco que las normas son parte esencial de cualquier sociedad, ya que proporcionan estructura y orden. Sin embargo, como personas cristianas, hay momentos en los que podemos encontrarnos en una encrucijada, donde seguir las normas humanas entra en conflicto con nuestro llamado a obedecer la ley superior de Dios. En tales situaciones, es importante discernir cuándo romper las normas no solo es aceptable, sino necesario para mantenernos fieles a nuestra fe. Recuerda que todo lo que Hitler hizo era legal, la esclavitud era legal, lo que el gobierno de Israel está haciendo, masacrando al pueblo Palestino está dentro de su legalidad de que tienen derecho divino a protegerse, y las atrocidades del presidente Trump contra las personas inmigrantes prácticamente están en el contexto de lo legal. Tu y yo sabemos que quien emite la opresión siempre encuentra maneras de legalizar esa opresión porque manipulan las instituciones. Ahora bien, ¿nos vamos a quedar con las manos cruzadas o vamos a actuar? De esto se trata este mensaje, de escuchar lo que Mahatma Gandhi nos dice: «cuando una ley es injusta, lo correcto es desobedecer». De imitar a Jesús y encarnar la compasión por las demás personas.
Hermanos y hermanas, en esta historia de Lucas 13:10-17, Jesús rompió las reglas injustas que oprimen a la gente. Revela la compasión de Dios, recordándonos que la sanación y la liberación son partes esenciales de su reino-comunidad. Jesús nos reta a actuar con misericordia, a mirar más allá de las reglas cuando entran en conflicto con la compasión y a oponernos a cualquier forma de opresión. Al igual que la mujer, estamos invitados e invitadas a experimentar su sanación y, a su vez, a ser instrumentos de su compasión en un mundo que la necesita desesperadamente. Seamos personas agradecidas, misericordiosas y encarnemos el amor sanador de Jesús en todo lo que hacemos. Y, sobre todo, desarrollemos un discipulado radical de romper o desobedecer leyes injustas. Amén y Ashé.